El acceso a
la información pública es un pilar fundamental de cualquier democracia que
aspire a ser transparente y participativa. Sin embargo, y acorde con los
últimos acontecimientos dentro del Honorable Concejo Deliberante (HCD) de
nuestra ciudad, esta garantía parece ser más una aspiración que una realidad
tangible. En un contexto en donde el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) ha
ratificado en diversaas ocasiones el derecho irrestricto de las personas a acceder a información
pública, la negativa del HCD a facilitar este acceso constituye un obstáculo
significativo para el control ciudadano y la participación democrática.
Toda
información en manos del Estado se presume pública, salvo excepciones muy bien
definidas respaldadas por la ley y orientadas a proteger intereses públicos
legítimos. Pese a ello, el HCD parece adoptar prácticas que limitan la
transparencia, negando sistemáticamente el acceso a información clave bajo
argumentos cuestionables, bloqueando así el escrutinio público.
El reciente
incidente ocurrido en la última sesión ordinaria del Concejo, donde un vecino y
exconcejal opositor fue retirado por un agente de policía que fue convocado al
recinto por pedido del presidente del cuerpo deliberativo, por reclamar a viva
voz, transparencia en los sueldos del personal jerárquico municipal, expone con
claridad esta preocupante dinámica. Su petición pone sobre la mesa un debate
necesario: ¿Cómo se distribuyen y administran los recursos públicos? La
respuesta del Concejo, lejos de promover el diálogo, terminó en un acto de
silenciamiento que alimenta el escepticismo ciudadano.
Este tipo de
situaciones reflejan una preocupante falta de compromiso con el bien común y un
deterioro en la calidad del debate político. El manejo de las diferencias
internas se ha convertido en un obstáculo para el progreso, donde las disputas
partidarias prevalecen sobre las necesidades de la comunidad. En lugar de
generar consensos, el Concejo se estanca en confrontaciones que dejan sin
respuesta problemas fundamentales.
Mientras tanto, las necesidades de la ciudad se acumulan. La falta de proyectos concretos para mejorar la calidad de vida de la población evidencia una gestión desconectada de las demandas sociales (seguridad, recolección de residuos, reparación y mantenimiento de calles, mejora en el suministro de agua potable, iniciativas de capacitación laboral, apoyo escolar y asistencia a sectores vulnerables, etc.)
Resulta
inadmisible que, en un contexto de creciente desconfianza hacia las
instituciones, el HCD persista en prácticas que erosionan la credibilidad y la
participación. La transparencia no es solo un requisito legal, sino una
herramienta indispensable para fortalecer la democracia y construir una
relación de confianza con la ciudadanía.
Promover la
participación ciudadana no significa simplemente abrir las puertas del recinto
deliberativo, sino también generar las condiciones necesarias para que el
debate sea inclusivo y constructivo. Esto implica no solo escuchar las demandas
de la comunidad, sino también garantizar que cada acción y decisión esté
orientada al bien común.
Es
imperativo que el Concejo Deliberante recupere el rumbo, promoviendo la
rendición de cuentas y poniendo a la comunidad en el centro de sus decisiones.
Cumplir con su misión de
representar y servir al pueblo no es solo una obligación legal, sino también un
acto de responsabilidad política y moral. Transparencia y participación no
deben ser aspiraciones lejanas, sino pilares concretos sobre los que se construya
un futuro mejor para todos.